viernes, 6 de abril de 2018

¿HABÉIS PESCADO ALGO?




Pasada la noche el trabajo fue inútil. Solos, no logran, ni el salario de una jornada. ¿Por qué pescaban?. Esperando al patrón, pues el rumbo de la barca, había perdido el timón. Pescar sin saber por qué, es pesca inútil, es gastar las fuerzas y llenar la red de tristeza y vacío.
En la orilla, al romper el día, es el Resucitado el que les vuelve a llamar. Ser pescador de hombres es la nueva misión, y es la tarea del que se deja guiar por quien alimenta nuestra debilidad.


Echa las redes


Desde que Tú te fuiste
no hemos pescado nada.
Llevamos veinte siglos
echando inútilmente
las redes de la vida,
y entre sus mallas
sólo pescamos el vacío.
Vamos quemando horas
y el alma sigue seca.
Nos hemos vuelto estériles
lo mismo que una tierra
cubierta de cemento.
¿Estaremos ya muertos?
¿Desde hace cuántos años no nos hemos reído?
¿Quién recuerda la última vez que amamos?

Y una tarde Tú vuelves y nos dices:
«Echa la red a tu derecha,
atrévete de nuevo a confiar,
abre tu alma,
saca del viejo cofre
las nuevas ilusiones,
dale cuerda al corazón,
levántate y camina».
Y lo hacemos sólo por darte gusto.
Y, de repente, nuestras redes rebosan alegría,
nos resucita el gozo
y es tanto el peso de amor
que recogemos
que la red se nos rompe cargada
de ciento cincuenta esperanzas.
¡Ah, Tú, fecundador de almas: llégate a nuestra orilla,
camina sobre el agua
de nuestra indiferencia,
devuélvenos, Señor, a tu alegría

(José Luis Martín Descalzo)

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