domingo, 25 de febrero de 2018

TRANSFIGURADOS




Después de que Jesús les anuncia que el camino a Jerusalén es el camino de la cruz, de la muerte, de la entrega, como anticipo, o como necesario para mostrar el amor hasta el fin, como previo a la peregrinación que nos conduce a todos que es la resurrección, los discípulos ven como por su cuerpo va recorriendo el escalofrío de la muerte, que, oscura y tenebrosa encoge el alma de todo hombre. No podemos aceptar esto, me niego a que todo esto nos lleve a un sinsentido. Aunque Jesús habla de resurrección, ellos, y también nosotros eso nos suena a algo que no experimentamos, no vemos no palpamos. Pero la muerta, el sufrimiento, el dolor, la injusticia, eso sí, eso sí que lo conocemos, y de sobra, y tenemos en nuestra garganta el amargo sabor de ello. 
Y Jesús se lleva a sus amigos a la montaña. Necesitan estar un rato con él, orando, en el silencio del lugar de la Alianza, para que pueda mostrar a que los alía, para qué nos llama, por qué nos quiere, que nos tiene preparado, a dónde nos conduce, para que nos ha llamado, que nos queda, que esperamos. En el silencio de la montaña, allí, surgen, en medio del silencio, buscando la respuesta a un por qué, a nosotros nos ilumina con una pregunta y ¿por qué no?. ¿por qué Dios nos puede ser así, absurdo, distinto, que desea que también seamos quienes de comprender, amar, gustar la cruz. ¿Es que acaso no deseamos comprender el por qué?, más aún, ¿no es una llamada en nuestro interior desear gustar lo que viene del amor?. En la luz de Jesús, que resplandece y muestra la gloria futura nuestra oscuridad, aún la más recóndita, el rincón más oculto, queda lleno de la luz y fragor de la belleza de la vida que se anticipadamente gustamos. Así, en la escucha del Hijo amado, en la alianza de la ley de Dios que se inscribe en nuestros corazones, en los profetas de todos los tiempos que en su lucha nos muestran la humanidad nueva a la que Dios nos llama a que aspiremos, en esta escucha acogemos, gustamos y fortalecemos lo que el Padre ya dispone para nosotros, la cruz gloriosa en la que el cordero es sacrificado y nosotros crucificamos nuestra vida ya caduca, infecunda, nuestra sequedad que la resurrección convierte en gloria presente.

Hoy, domingo de cuaresma, caminamos,. ascendemos a la montaña de la luz para abrazar la cruz

Nosa Señora da Franqueira, axúdanos a facer este camiño de fe e vida
Feliz domingo
Xabier Alonso
A Franqueira
25/02/2018

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