miércoles, 4 de noviembre de 2015

JUBILEO DE LA MISERICORDIA VII. El rostro de la misericordia




Dice el refrán que el rostro es el espejo del alma. Viendo la cara de alguno nos hacemos a la idea de lo que lleva dentro, porque mira que hay caras y caras. No me refiero a si son feos o guapos, más o menos afortunados, sino que, hay rostros que reflejan sinceridad, honradez, sencillez, limpieza de espíritu, alegría, vitalidad, que sus ojos transparentan un alma llena de belleza, que con l mirada ya comunican cariño o pesar. En cambio hay caras, caras duras, malas caras, caretas y carotas. Y no sigo sino empezamos mal la mañana.
A la hora de definir la misericordia el Papa Francisco no nos da una definición al uso de la Real academia de la lengua, o de diccionario, comienza como dice el Concilio "Jesucristo es el rostro de la misericordia del Padre" (MV 1). Ahí queda eso. Recordemos lo que nos decía la constitución conciliar dedicada a la Palabra de Dios Dei Verbum en su número 4, y esto nos clarifica un poquito 
 ” Después que Dios habló muchas veces y de muchas maneras por los Profetas, "últimamente, en estos días, nos habló por su Hijo". Pues envió a su Hijo, es decir, al Verbo eterno, que ilumina a todos los hombres, para que viviera entre ellos y les manifestara los secretos de Dios; Jesucristo, pues, el Verbo hecho carne, "hombre enviado, a los hombres", "habla palabras de Dios" y lleva a cabo la obra de la salvación que el Padre le confió. Por tanto, Jesucristo -ver al cual es ver al Padre-, con su total presencia y manifestación personal, con palabras y obras, señales y milagros, y, sobre todo, con su muerte y resurrección gloriosa de entre los muertos; finalmente, con el envío del Espíritu de verdad, completa la revelación y confirma con el testimonio divino que vive en Dios con nosotros para librarnos de las tinieblas del pecado y de la muerte y resucitarnos a la vida eterna.”
Profesamos una fe que no son conceptos e ideas, sino más bien, o afortunadamente  profesamos una fe que es Historia de Salvación, acción, palabra, cercanía, vida y amor. Quien nos ha manifestado, revelado, confiado los secretos del corazón de Dios es su Hijo, que, por la acción del Espíritu nos hace partícipes de tal gracia.
Repasando las palabras y los hechos de Jesús se descubre la divinidad y la humanidad, porque, solo así, en su amor, su entrega, sus desvelos, su bondad, solo así puede ser Dios, pero solo siendo hombre lo puede hacer. Por eso Jesús no es santurrón intocable que nos aconseja sobre lo que debemos hacer para lograr la felicidad, sino, el que se embarra en el lodo, en el "humus" de la humanidad para lavar al hombre, liberarlo, sanarlo, rehabilitarlo, hacerle "hombre nuevo".
"Quien me ha visto a mí ha visto al Padre" dice Jesús.

Nosa Señora da Franqueira, axúdanos a ter os ollos limpos para ver o rostro misericordioso do teu Fillo.

Feliz día
Javier Alonso
A Franqueira
04-11-15

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