miércoles, 25 de marzo de 2015

EL QUE SE HUMILLA SERÁ ENALTECIDO


La celebración de la Anunciación del Señor y la Jornada por la vida quedaron teñidas de luto ante la noticia de un drama humano más, la muerte en accidente de avión de 150 personas. La rapidez de los medios de comunicación nos sitúan en la escena de los hechos y nos colocan ante un escenario que nos sobrecoge. Las historias de personas concretas hacen que la noticia adquiera una dimensión más cercana. Es evidente que nos duela más cuanto más cercanos sintamos el sufrimiento y más ámbitos de relación tengamos con ellos. Pero al lado de todo esto he escuchado con cierta sorpresa entrevistas a personas que rápidamente colocan en sus afirmaciones una muralla, porque en este mundo no puedes mostrar tu fragilidad, y si lo haces irá acompañado de cierto sentimentalismo como sucede en algunos medios, una muralla, decía, al afirmar, la vida debe continuar, las cosas hay que tomarlas con serenidad, no nos podemos parar. Esta actitud es la que pasa de largo, porque no quiere reflexionar, ante el drama de la cultura de la muerte que tanto nos atenaza. Una muerte que la hacemos entretenimiento en tantas películas o vídeo juegos, pero que al no tener asumido el sentido de la vida, y ésta ser una discusión más de cafetería cunado toca, no sabemos qué decir cuando tenemos que dar una respuesta o cuando tenemos que ser una respuesta.
Estas y otras muchas cosas que nos colocan frente al misterio, a la grandeza y miseria, a lo grandioso y pequeño de la vida, es una buena base para la oración de este día. Porque el Señor se ha encarnado, tomado nuestra realidad carnal, mortal, con todas las consecuencias, la humillación, la humildad del Hijo de Dios, y de todo un Plan de Salvación, está basado en el anonadamiento, en el amor. Dos corazones rebosantes de humildad, Dios que viene "haciéndose esclavo" y la doncella que lo recibe siendo la "esclava del Señor"; Dios que se inserta en la condición humana y el hombre que se incorpora definitivamente en la divina; Dios que habla al corazón de los hombres  y la mujer obediente, en nombre de toda la humanidad, que asume la Palabra eterna.
Y es que Dios, humillándose, no solo haciéndose hombre, sino sabiendo que el hombre tiene un final en la muerte, ese Dios, asume que tiene que morir. Como decía San Juan Pablo II Dios nos ama de veras. Se lo tomó en serio y su amor es asumir la mortalidad, la humillación del ser humano. El que se humilló haciéndose uno con connosotros, nos enaltece con El haciéndonos eternidad en El.

Hoy es el día, insisto teñido de luto, en que hablar del Dios Encarnado es hablar de la vida.


Virxe da Franqueira, a humilde escraviña, faiños acolledores e coidadores da vida, pregoeiros da vida que acpetaches en ti, a do  mesmo Deus.

Feliz día
Javier Alonso
A Franqueira
25-03-15

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